jueves, 2 de mayo de 2013

No hay amor sin odio

Está lloviendo.
El cielo está oscuro, pero yo hoy lo veo todo más claro.

Me doy cuenta de que me he empezado a enamorar. Creo. No lo sé claramente.
Cada vez tengo más ganas de hablar con él. Y luego, aunque nos quedemos sin tema de conversación, me gusta sentir que está ahí, frente a mi. Aunque hablemos por el chat, y no lo vea directamente, me gusta pensar que está al otro lado, pendiente de lo que vaya a escribir. Me gusta pensar que tiene ganas de hablarme.
Cuando no hablamos, me rayo. Tengo ganas de hablar de algo, de lo que sea, mientras hable con él. Cuando se nos queda la conversación en pausa, me pico. Yo quiero que me hable. No quiero que solo sea yo la que lo intente, no lo sé.
Cada vez siento más ganas de verle. Y la cosa es que le veo básicamente todos los días. Y es verlo y sonrio.  Necesito contacto físico con él, necesito que me abrace. Cuando lo hace, tengo una sensación muy extraña.

¿Amor, tal vez? No lo veo muy claro.

La verdad es que ahora mismo no me fío de mis sentimientos, ni de la gente en general.
La última vez que me enamoré acabó todo muy mal.

Me enamoré de mi mejor amigo. Era moreno, cariñoso y agradable. Ademas, era muy guapo. Me acuerdo que antes de que sintiera algo por él, se hacia pasar por mi novio, para que las chicas que andaban detrás de él le dejaran en paz. Yo le seguía el juego por que no me importaba ayudar a mi mejor amigo. Pero poco a poco empezaron a surgir sentimientos antes desconocidos. Tenía ganas de verle siempre. Quería hablar con él siempre. Cuando quedábamos  siempre me quedaba cerca de él, como otra de las chicas que se quedaban embobadas. Me fijaba en todos sus movimientos como si fueran hechos por un ser divino, atenta. Un día, el 31 de diciembre más exactamente, me declaré. Él ya llevaba unas semanas preguntadome quién me gustaba. Yo siempre me reía y cambiaba de tema. Pero esa noche, antes de irme a cenar con la familia, se lo dije. Muy infantilmente claro. Me acuerdo perfectamente dónde era, quienes estábamos  todo. Cerca del río de mi pueblo, estábamos dos amigos, él y yo sentados en un banco. Ya había empezado a oscurecer, y el frío ya se hacía notar. El calor humano era el mejor sistema para seguir calentitos. Nos reíamos de todo, de chistes, de historias,... Y me lo volvió a preguntar. Esta vez lo hizo por el móvil  Escribió en notas: "Dime quién te gusta..." Me dio su móvil. Lo leí y me sonrojé. Cuando le miré el me sonrió y siguió riéndose con los otros dos, disimulando. No sabía qué responderle. Simplemente se lo devolví, sin escribir nada. Cogió el móvil, y me lo devolvió. "Enserio, dime quién te gusta... ¿por que no me lo dices?". Fue entonces, sin saber por qué, ni cómo, una fuerza me empujó a responder. "Por que eres tú". Precipitadamente, se lo di, y les dije que me tenía que ir. Supongo que lo leyó. No me giré a ver si lo leía. No sabía qué había generado por esas cuatro palabras. Llegué a casa, aún inconsciente, como drogada, sin saber qué hacer.

Así empezó todo. Él hizo como si no lo hubiese leído. Pensé que no le interesaba, y que nuestra amistad se había perdido para siempre. Pero no, fue como si nada hubiese ocurrido. Intenté verlo sólo como mi mejor amigo, nada más. Empecé a creerme que ya no me gustaba. Pero qué ingenua era yo. Uno de nuestros amigos celebró su cumpleaños en su casa, y nos quedamos todos a dormir allí. Nos quedamos sólo los dos despiertos, toda la noche. Como dos mejores amigos, haciendo la apuesta de quién aguantaba más sin dormir. Ganamos los dos. Hablamos toda la noche, de todo, de nada. Y volvió ese sentimiento. los dos tumbados al lado, rozándonos las manos, frágiles. Pero no ocurrió nada más que eso. No lo sabíamos entonces pero en ese momento nos queríamos el uno al otro.

Pocos días después me dijeron que fui diciendo por ahí que tal y tal eran unas putas, unas guarras, que iba insultando a la gente. Todos decían que él les había dicho. Me acuerdo que me dolió y mucho. No sé porqué empezó a ignorarme. Empezó a llamarme falsa, fea, y lo peor gorda. Sabía que eso era lo que más me dolería. Fue un golpe muy bajo de su parte. Me conocía perfectamente. Sabía que eso me haría rabiar, que sufriría, y cómo. De repente, dejó de hablarme.

Pasé de estar enamorada perdida de él, de ser su mejor amiga, a odiarlo con todas mis fuerzas, en una sola semana. Me acuerdo que sufrí mucho. La cantidad de veces que me quedaba tumbada en la cama boca arriba, aguantándome las ganas de llorar, para evitar que el muy cabrón tuviera la oportunidad de salirse con la suya, es decir que llorara por él.

Hoy en día lo veo y tengo ganas de vomitar. Sólo hablar de él me cabrea, me da asco. Lo veo y tengo ganas de decirle "¿De qué vas?". El odio hacía él es muy fuerte. No sabía que yo pudiera sentir algo así.


Pero ¿sabéis que os digo? Que el único que ha perdido ha sido él. Yo he ganado mucho. He aprendido a levantarme en un momento oscuro y complicado. He aprendido a no ser tan ingenua. He ganado fuerza y experiencia para esta vida.
Lo único que he perdido con él ha sido tiempo, y parte de confianza. Pero esa confianza la estoy recuperando, poco a poco.

Siempre habrá algo mejor,
Palace


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