Es verdad que he vivido momentos difíciles además de muy bonitos y divertidos.
Pero ahora mismo quiero explicar un momento, una época bastante larga, y muy dolorosa.
Pero para curar heridas del pasado, lo mejor es hablarlo. Pero no suelo saber con quién hacerlo. Así que me dirijo al vacío, a la inmensidad de internet.
Nunca había sido infeliz durante mi tierna infancia. Tuve muchos amigos, me reía continuamente, y no pensaba en el qué dirán. Todo cambió en sexto.
Me cambié de colegio ese año. Yo era nueva, no conocía a nadie. Yo era mucho de ir a mi bola, de contar muchos chistes, de divulgar energía positiva y alegría (lo juro). La verdad es que físicamente no estaba delgada, pero tampoco estaba gorda. Sólo que en mi clase, todas las chicas eran delgadas. Yo quedaba entonces como la gorda del grupo. Mis nuevas "amigas" eran todas unas divinas, pijas, como de película americana. Y ahí, yo si que destacaba: gordita y normal, sin ropa de marca pija.
Las cuatro chicas eran guapas y ligaban un montón Al principio, en trabajos de clase siempre alguna se ponía conmigo. Pero no duró mucho. Poco a poco me fueron marginando de una manera impresionante. No me acuerdo muy bien, pero de repente los chicos se empezaron a meter conmigo. Siempre me llamaban gorda y foca. Claro que me cabreaba, y mucho. Y lo seguían haciendo. Me acuerdo especialmente de dos chicos, los típicos cabecillas del grupo, los dos unos pijos, la verdad (uno es golfista y el otro es un pijo de ciudad, un niño de papá). Me marginaban siempre que podían. Se metían siempre conmigo: "¡ cállate gorda!", " que eres una foca, ¿oyes?"...
Me acuerdo de que me empujaban en el pasillo y decían "joder gorda, que ocupas todo".
Palabras que me traumatizaron de por vida. Hasta cuatro de la ESO tuve que aguantar a los dos payasos siempre insultándome marginandome, en cada mínima ocasión que tenían Perdí toda confianza que tenía. ¿ Qué quieres que te diga? Al pasarte cuatro años de tu adolescencia aguantando a gente así te cansas. Cada día levantarte teniendo una esperanza de que hoy no, hoy no se meterán conmigo. Pero olvídalo, los idiotas siempre vuelven a hacer idioteces. No puede faltar ningún día.
Al final no te queda otra que aceptar. Que darte cuenta de que eres una foca, que eres una gorda y una rara. Que eres una margi, que eres fea, que eres gilipollas. Que eres una leprosa, que eres una vaca, que no vas a cambiar nunca por ser una gorda de mierda.
Podría seguir con la lista de qué debería de ser si me hubiese callado y hubiese aceptado. Pero yo no era y no soy así.
¿Ahora?
Es un trauma. Que dolor pueden causar unas palabras. Y ahora, ellos lo verán como si nada. Como si no hubiesen dicho nada, como si no hubieran hecho nada. Pero yo misma llevo las marcas, llevo la prueba. Ya no confio en mi físico. He adelgazado sí,pero soy insegura. Son ganas de llorar y rabia acumulada que se muestran por esa desconfianza, un trauma como lo he dicho antes. Ahora mismo, brotan a mis ojos lágrimas frías del recuerdo y calientes del enfado. Pero me aguanto. No me queda otra. No quiero volver a caer.
Esta es sólo una parte del trauma. No me apetece profundizar. No lo veo útil.
Vivimos en una sociedad en la que se sigue a la gilipollez y se juzga por el físico. Se fomenta las estupideces y se margina a la diferencia. Viva este mundo.
Pero siempre habrá tontos, y como lo dice Forest Gump "tonto es el que hace tonterias". Siempre los ha habido, y siempre los habrá. Toca ser fuerte.
Palace
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